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Cuando hablamos de playas siempre solemos pensar en enormes espacios de arena blanca y fina, aguas turquesas y una amplia gama de servicios para todos los bañistas. Pero no todas las playas son así, las hay tan pequeñas que no tienen ni servicio de salvamento, ni chiringuito ni ningún servicio, pero son muy especiales, como la playa de Gulpiyuri.

Gulpiyuri, la playa más pequeña del mundo

Puede que por el nombre imaginemos que se trata de algún lugar en alguna isla del Pacífico pero no, no hay que irse muy lejos, tan solo hasta el Principado de Asturias, entre los turísticos concejos de Llanes y Ribadesella.

Está considerada como la playa más pequeña del mundo y a ella no se puede llevar casi ni sombrilla porque su superficie es muy pequeña, lo que la hace encantadora. A pesar de ello es muy frecuentada, pero no solo durante el verano sino durante todo el resto del año.

Tiene una longitud de apenas 50 metros y una de sus características principales es que se trata de una playa interior, es decir, no está en plena línea de costa sino que tiene una barrera de roca frente a ella y el agua accede mediante un orificio que esta barrera tiene en su base.

Está declarada como Monumento Natural y sus orígenes se remontan a muchos siglos atrás, cuando se formó por el efecto de la erosión del mar sobre la roca, produciendo diferentes cavernas bajo el suelo, conocidas como dolinas cuando se hunden.

El acceso a esta playa es muy fácil, aunque si no se sabe llegar puede resultar un poco complejo. Únicamente se puede acceder a Gulpiyuri a pie, caminando desde el pueblo de Naves o desde la playa de San Antolín.

Gracias a esta ubicación y al aislamiento que tiene, su conservación es excelente, siendo un gran atractivo turístico para muchas personas de todo el mundo que se animan a visitar el Principado de Asturias y conocer este tesoro de la naturaleza.

Otro detalle de esta playa es que sería prácticamente imposible que se masificase porque cuando hay marea alta, la capacidad es casi nula porque el agua llega a rozar la hierba, especialmente cuando la mar está picada.

La profundidad de la zona es mínima y no podremos darnos un chapuzón lanzándonos de cabeza, lo mejor es disfrutar del agua tumbados en la arena y dejándonos mecer por el agua que llega del Cantábrico.

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Los bufones de Pría

Ya que estamos en esta zona, a escasos quince minutos no podemos dejar de visitar los Bufones de Pría. Se trata de orificios verticales que se forman a escasos metros del borde de un acantilado y que interiormente se comunican con el mar, lo que hace que cuando la marea sube y las olas baten fuertemente, expulsan hacia arriba un potente chorro de agua de mar pulverizada.

Podemos caminar por encima de este acantilado, prestando siempre una especial atención a dónde pisamos y evitar los bufones porque el agua puede salir disparada a unos 10 metros de altura y sale con una gran potencia acompañado de un sonoro ruido que puede escucharse a varios kilómetros de distancia.